Sexo a ciegas

En la bandeja de entrada un correo con el asunto “hoy follas con…” hizo que mi corazón diese un buen vuelco.

Hacía semanas que llevaba intentando entrar en un juego sexual donde personas que no nos conocemos de nada somos citados para quedadas de sexo a ciegas, allí donde te indiquen y a la hora que te señalen. Sin faltas ni excusas, o estarás directamente eliminado de la lista de participantes, en la cual sólo se entra tras una misteriosa invitación de no se sabe quién o quiénes. A mí, como supongo que a los demás participantes, la invitación me había llegado vía carta certificada con el remite de un apartado de correos sin más señas, y en ella me indicaban el propósito del juego así como una direccion web y una clave personal para acceder como usuario y seguir instrucciones. La curiosidad me pudo, y tras comprobar que no era una coña, me dejé llevar, hasta este momento, donde por fin llega mi primera cita para sexo a ciegas. Las instrucciones son claras:

C/ FULGENCIO TORRES 27
CUARTO DE CONTADORES
PUERTA DE ENTRADA ESTARÁ ABIERTA DESDE LAS 03’30 HASTA LAS 03’35
LLEVARÁS UN LIBRO EN LA MANO
ELLA UN PAÑUELO BLANCO
PASADA ESA HORA SI NO TE PRESENTAS ESTARÁS FUERA DEL JUEGO
SI NO FOLLAIS ESTARÉIS FUERA DEL JUEGO, LOS DOS.

Me puse nervioso, y excitado. La cita era en menos de una hora, relativamente cerca de casa, así que no me faltaría tiempo para llegar, y como era noche de sábado no me preocupaba el tema de tener que madrugar al día siguiente. Supongo que el o los organizadores del juego de alguna manera nos tenían controlados, porque el correo lo habían enviado justo cuando me había conectado a la web de enlace. En eso pensaría en otro momento. Tenía que darme una ducha rápida, vestirme y salir pitando.

Hacía frío en la calle, pero yo iba encendido, lleno de nervios y miedo; ¿y si no le gustaba a ella? ¿y si no me gustaba a mí? No había reparado hasta ese momento en que me podía tocar todo tipo de mujer, de cualquier edad y vete a saber si incluso conocida. Aunque no conozco a mucha gente en Madrid pudiera darse el caso que alguien estuviese jugando con nuestro morbo, y quisiese de algún modo…

En esas estaba pensando cuando libro en mano al torcer justo la esquina de la calle que me llevaba a Fulgencio Torres, pude ver a escasos veinte metros a una señora con un pañuelo blanco en la mano, y que me esperaba sin conocerme.

Había llegado justo a la hora, así que apenas teníamos cinco minutos para sopesar si lo hacíamos o no. Por su parte, los ojos y la expresión de la cara la delataron, pues sin duda al verme llegar con el libro en la mano todo en ella se puso en modo cachondo.

Era una mujer madura, de alguno más que cincuenta años, pelo castaño con tinte quizás, y entrada en ciertas carnes. Para qué negarlo, mi primera intención fue salir corriendo de allí sin volver la vista atrás. Pero era tanto el tiempo que llevaba imaginando cómo sería echar un polvo bajo estas circunstancias, que las ganas de seguir avanzando me sujetaron a las normas del juego. Además y todo hay que decirlo, la señora atesoraba un par de pechos que me pusieron cachondillo pasado el primer impulso de salir por patas.
Se me puede aplicar el dicho ese que dice que tiran más dos tetas que dos carretas. Así que sin cruzar ni media palabra, entramos en el 27, donde un cartel indicaba con una flecha la dirección al cuarto de contadores. Era un portal amplio, sin duda con portero de día y residentes pudientes. Yo caminaba delante. Al llegar al cuarto de contadores, entramos y la luz nos esperaba encendida, aunque tenue, como para dar ambiente. Era un cuarto más grande de lo que se podía esperar, que albergaba además enseres de limpieza etcétera. Había además, un sillón de mimbre de buen tamaño que recordaba a ese de la pelicula… no recuerdo el nombre. Pero sí que se follaba en un sillón similar.

Entramos los dos, y justo al momento la luz tenue se quedó en la simple y apagada luz de emergencia que apenas iluminaba. En las instrucciones de la cita no decía nada del tiempo del que disponíamos ni exigencia alguna salvo la de echar un polvo y luego salir cada uno por su lado sin preguntas personales ni intercambio de datos de contacto.

La escena tenía desde luego su carga erótica, y no me dio tiempo a girarme hacia mi pareja inesperada cuando ella, que sin duda estaba más entusiasmada que yo ante el polvo por echar, me abrazó por la espalda pegando su cuerpo al mío, mientras con maestría y una inusitada rapidez me bajaba la cremallera del pantalón y metía su mano derecha dentro de la bragueta, donde encontró lo que buscaba aún algo decaído y sin ganas, lo cual no la desánimo en absoluto, pues después de un breve magreo donde la cosa ya se puso más caliente, se la llevó a la boca aún no sé cómo, pues aquella mujer que me había parecido algo mayor se movía con una agilidad que me desbordada, llevando las riendas sin darme tiempo a reaccionar. Lo hice claro está, cuando su lengua empezó a cartografiar mi falo, y su boca a tomarle las medidas. Aunque se veía poco,  cerré los ojos fruto de esa calentura corporal que se adquiere cuando se camina hacia el paraíso. La mamada estaba siendo de diez, por eso quizás tardé un pelín es ser recíproco y empezar a devolverle a aquella desconocida tanto como me estaba dando. Las dudas sobre el juego se habían disipado, y si guapa o no, tenía que disfrutar plenamente el momento.

La dejé hacer un poquito más, antes de atraer su boca a la mía y besarla de forma casi animal. Supe del sabor de mi polla por el sabor de su lengua, y del enorme tamaño de sus pechos porque mis manos se incorporaron a ellas como si fueran su propia piel. Le gustó tanta atención, sobre todo cuando la liberé del jersey, camisa y sujetador y mis labios se posaron en los pezones como una abeja en busca del néctar de los dioses. Todo ello sin olvidar que también puedo ser pulpo y llevar un tentáculo a lo más profundo de sus bragas, donde un océano de fuego me esperaba dentro del cofre del tesoro. Como llevaba falda larga eso me resultó fácil, tanto como girarla sobre si misma y ponerla de espaldas a mí, de modo que mi mano derecha pudo seguir jugando en su coño mientras con la izquierda procuraba acariciar sin descanso sus pechos. A esas alturas desconozco si el cuarto estaba insonorizado, pero era patente que nos gustaba el baile y así lo jadeàbamos de contento.

Cuando vi que nos flaqueaban las rodillas, como además había que pasar de nivel goce a nivel éxtasis, la empujé un tanto bruscamente hacia el sillón de mimbre, la dejé apoyarse en los reposabrazos, y sin dejar que el fuego fuese a menos, levantada su falda y bajadas las bragas, del tirón se la metí agarrando con ambas manos sus caderas. Estaba tan calentito su coño y tan caliente yo que casi nos soldamos el uno al otro. Y además supimos entender que la partitura que tocaba era la de una carga de caballería, con el atronador sonido de mis pelotas chocando en su culo, el chirriar del mimbre, el relinchar de mi voz embistiendo y la de ella advirtiendo que no habría tregua en aquella batalla…

No sé el tiempo que aguantamos follando, pero sí se que me corrí de verdadero placer dentro de ella, con mi mano sujetando y tirando hacia atrás de su cabello largo, liso y suave, y que al unísono ella disfrutó de uno de esos orgasmos que no se pueden fingir, y que mi orgullo de semental lo agradeció tanto como el polvo recién echado.

Nos quedamos un ratito pegados, casi por negarnos a despedirnos sin más. Pero sabíamos que tendría que ser así, y así sin despedida ni preguntas, cada uno por su lado sin mirar atrás.

Cuando llegué a casa aún me temblaban las piernas. La experiencia, más allá de un montón de incógnitas que me había generado, había superado las expectativas, si bien me hubiese gustado de entrada otro tipo de mujer, ya no tenía importancia pensar en ello. ¿Quién era ella, por cierto? Si llegase a conocerla ¿repetiría? Daba igual. Había estado bien. Y debió gustar al/los creadores del juego, pues ya tenía en mi correo un mail felicitàndome por mi primera cita sexual a ciegas. Y un vídeo donde con cámara nocturna se nos ve a la desconocida amada y a mí en toda la secuencia del cuarto de contadores…

Me puse cachondo al verlo. Lo reconozco. Actores profesionales no hubiesen podido hacer una escena mejor ni con tanto realismo.
Ahora ya solo pienso en mi siguiente cita de sexo a ciegas.

Gallego Rey. Derechos Reservados

4 thoughts on “Sexo a ciegas

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  1. Interesante todo lo que podría desprenderse del relato y la de enredos que podrían armarse detrás de esta sola escena. ¿quienes son ellos? ¿cuales son sus intenciones?

    ¿hay más? debe haber más.

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    1. Lo cierto es que tengo el blog muy abandonado. Leer tus historias me ha recordado que también se puede escribir erotismo de calidad, que no sé si es mi caso. Pero como hoy en día quien más quien menos publica libros eróticos como churros, y no me gustan las modas, dejé de lado este blog, que tendré que poner al día, pues tengo relatos por ahí que merecen una oportunidad.

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